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miércoles, 3 de abril de 2013

La mirada ajena 5ta parte


Antes de sucumbir al influjo maligno de la mirada ajena, en los momentos de mi niñez cuando no sabía que era totalmente libre para ser desenvolver mi verdadero yo, yo era una niña que contemplaba las estrellas, que recogía flores silvestres y luciérnagas, que amaba la lluvia y los cachorros perdidos.
Y tal vez no comprendí entonces que desde ya era poeta, o aquel temprano interés por los designios de los dioses escritos en las estrellas fue lo me hizo estudiar astrología.
También gustaba de amasar la tierra húmeda con las manos, y jugar con la cera que se desprendía de las velas, tan caliente que me quemaba los dedos. Y hacer arder cosas y comtemplar el fuego. (El fuego siempre tuvo una fascinación ancestral en todos los seres y es muy hermoso, es raro que haya quien no guste de contemplarlo.)
¡Y cómo me regañaban por hacerlo!


Pero luego mis pasos por la vida me alejaron de esta niña poética y perdí el norte hacia mi ser interior, me perdí por la vida, haciendo cosas que tal vez no quería hacer, como nos pasa a todos, hasta que me enfermé de tristeza y no sabía por qué.
Y entonces recomencé la búsqueda de cosas que estaban tan cerca que no las podía ver. Busqué acá y allá, los indicios de mi identidad perdida y comprendí que yo era y siempre fui aquella niña poeta,  que ya lo era antes de aprender a escribir, porque la poesía más que nada es una actitud condicionada por una sensibilidad especial con la que se suele nacer. Y la búsqueda me condujo hacia el principio naturalmente, y descubrí que siempre había escrito, y entonces me dí cuenta de que era poeta.
Tuvieron que pasar casi 40 años redescubriéndome, para poder darme cuenta de que las cosas que me atraían entonces son las mismas que he recubierto ahora. Y que no fue sino durante mi infancia cuando más cerca estuve de mi verdadero ser.
Y ahora escribo, más que antes, estoy recibiendo clases de escultura y trabajo el barro, por ahora. Más tarde tengo intención de incursionar en otros materiales, como por ejemplo, la madera, y el metal.
Y comprendo ahora que internamente mi yo se había mantenido inmutable desde entonces, pero no supe escuchar y no fue sino cuando me liberé de la mirada ajena que me di cuenta de que sigue amando las mismas cosas. Y que dentro de mí siempre estuvo latente la semilla de quien iba a ser, pero tuve que dar bandazos por la vida, sin encontrar mi lugar en el mundo, dando tumbos de acá para allá, fracasar un montón de veces para volver a retomar mis anhelos más recónditos. Mi vida hubiera sido más fácil si hubiera empezado por ahí, si no hubiera renunciado a los sueños y hubiera perseverado en ellos.
Pero la madurez trae compromisos y responsabilidades que no siempre podemos hacer a un lado, y olvidamos los sueños, relegamos los deseos, olvidamos el niño interior y andamos por la vida sin entender las razones ni las fuerzas que mueven la tierra, perdidos por el resto de nuestros días.
Yo fui criticada duramente por no acabar de una vez de sentar la cabeza, no madurar de una vez y para todas, por no tener responsabilidad para con la vida, por no tener fundamento, por no tener un trabajo decente, ser una antisocial y casi todas esas cosas que nos dicen a muchos, sobre a todo a los que son como yo, rebeldes sin causa.
Y lo peor es que creía que algo andaba mal conmigo, porque no conserguía ser normal y ser diferente tiene un precio, que yo pagué, pero ahora, mucho más tarde en la vida, agradezco por ser diferente a pesar de que sufrí mucho, porque fui menospreciada cruelmente, subvalorada, pero más que nada fui incomprendida por cambiar todos los días de palo para rumba, como se dice aquí.
He fracasado muchas veces, he arrastrado por la vida una carga enorme de decepción y sufrimiento. He estado deprimida, he llorado muchas veces, gracias a mis ideas poco ortodoxas y por ser una soñadora sin remedio. He iniciado muchas cosas, casi todas las he dejado a medias, quise ser periodista, estudiar historia del arte, o lengua y literatura inglesa. He querido ser entre tantas cosas, actriz, fotógrafa, artesana, astróloga, sanadora. He leído muchísimos libros, he estudiado idiomas de manera autodidacta. Y he descubierto que soy un poco de todas esas cosas a la vez. Pero por primera vez en vida, ahora estoy comenzando a alcanzar la estabilidad, ahora estoy descubriendo quién soy y que me gusta en realidad hacer.
Un poco tarde en la vida, estoy asistiendo a clases de escultura y estoy realizándome por primera vez, escribo todo lo que se me ocurre, y descubro que lo estoy haciendo mejor. Ahora el viaje amenaza con terminar y me ha llevado a la fuente misma de todas las cosas, mi alma, la búsqueda comienza a rendir frutos maravillosos y es como si ahora por primera vez comenzara a vivir. Tengo el entusiasmo de una adolescente, quiero aprender aún más cosas, quiero aprender a hacer vitrales, a tornear cerámica, a vidriar, a dibujar, a pintar. Tengo miles de proyectos, de ideas nuevas, de cosas que quiero crear, en una edad donde la mayoría de la gente empieza a languidecer, y logradas todas las metas la vida comienza a no tener mucho sentido, yo ahora mismo vivo con más fuerzas que nunca. He descubierto que soy poeta, básicamente siempre lo he sido, que puedo escribir otras cosas, tal vez incluso una novela, que soy capaz de hacer esculturas, algunas bastante aceptables, manualidades de muchas clases. He aprendido aceptablemente a cocinar y disfruto haciéndolo. Y de vez en cuando tengo la satisfacción de conseguir pequeños logros. De vez en cuando creo algo, tomo una buena foto, una flor se abre en un patio, escribo un poema que no me parece mío, un cuento, una reseña, un artículo y tengo tanto miedo de que la vida no me alcance para las cosas que quiero hacer. Y todo ello sin perder la humildad ni la ternura, no tengo un gran ego, no me creo mejor que los demás, sino simplemente diferente. No tengo una imagen distorsionada de mí misma, intento trabajar sobre mis errores y ser una mejor persona cada día.
Me costó años de incertidumbre, de meditaciones, de confusión, complejos de inferioridad, sentimientos encontrados, de no pertenencia, y de derrota, complejos de culpa, acusaciones agrias por parte de los demás, me costó el menosprecio de muchas personas que me creen indolente y loca, pero no saben que hay en mí una lucidez impresionante, ni siquiera los amigos que solo me conocen superficialmente y no sospechan en realidad quién soy.
Y una vez que me resistí al influjo de la mirada ajena y decidí ser cabezota, es cuando la belleza que había en mí comenzó a manar.
Me costó tener parejas que no hallaron en mí nada de admirar, que incluso menospreciaron mi inteligencia, ahora hago las cosas por pura y absoluta autocomplacencia, sigo mis impulsos de manera irreflexiva y no cuestiono nada.  Obedezco los impulsos ciegos de mi corazón, muchas veces irreflexivos, pero plenos de poesía, de muchas clases de poesía.

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