Hace un tiempo atrás le comenté
a un amigo que quería escribir un libro, y me dijo que yo no podía porque no
tenía la capacidad ni el conocimiento necesario para acometer esta tarea, para
él y su estrechez de miras todo se reduce al hecho de que no tengo una carrera
universitaria y como siempre he ocultado mis aficiones a la mirada ajena para
evitar confrontaciones de cualquier índole con personas prejuiciosas, resulta
ahora que vivo una doble vida, por fuera soy una persona insulsa que no
comparte con nadie su mundo interior por dentro esta es la que soy.
Por tanto mi amigo, que
desconoce que existen cosas como el talento innato, el estudio autodidacta y el
conocimiento empírico, me aconsejó que
fuera la universidad y estudiara historia o cualquier carrera de letras, para
que pudiera tener conocimientos apropiados y para que cuando las personas
vieran mi libro lo leyeran porque su
autora tendría más prestigio a sus ojos. Yo, aunque reconozco que en parte
tiene razón, claro solamente desde su punto de vista, porque no hay una sola
verdad, sino muchas medias verdades.
Yo digo que el hombre se mide
por lo que es capaz de hacer y soy enemiga acérrima de los títulos y las
fórmulas, para mí colgar un título de la universidad en un pared es algo
superfluo, lo que sí vale para mí es el conocimiento, tiene un valor
inigualable, pero a veces nos hace falta títulos para que los ignorantes nos
respeten, porque hay ignorantes de todas clases y hay incluso ignorantes
instruidos.
Ahora siento que tengo más motivos para escribir un libro y uno de
ellos es restregárselo en toda la cara, y no es porque sea una persona tan
soberbia que no tenga la humildad de aceptar un consejo, sino porque creo que
es él quien no tiene la capacidad de juzgarme.
¿Acaso conoce él en profundidad
mi alma? ¿Acaso puede presenciar con la facilidad con que me brota la palabra?
¿Acaso se da cuenta lo feliz que soy a solo con un lápiz en la mano y un trozo
de papel? ¿Acaso entiende él que el papel es mi magia?
Yo sí creo que tengo toda la
capacidad de hacerlo, solo hay que trabajar duro. Antes yo también estaba bajo
el influjo de la mirada ajena y solía escuchar clase de consejos y hacía caso
porque creía que tenían razón. Es tan fácil creer que no somos capaces, porque
nunca tenemos la certeza de que somos buenos en algo, por una sencilla y única
razón, porque necesitamos que los otros no los digan. Porque no sabemos
mirarnos a nosotros mismos sino a través de los ojos de otros.
Ahora mi reacción es de
rebeldía, porque me cansé de renunciar a mis sueños. Y así debería reaccionar
todo el mundo para defender su identidad, y perseverar en la persecución de sus
sueños y lograr nuestras metas para que el mundo nos respete.
Creo que al hombre hay que
juzgarlo por sus obras y no por su apariencia, “Por sus frutos los conoceré”
dice la biblia, y así es.
Quien no encuentra ningún
talento en sí es porque no ha mirado bien, a veces el talento tarda años en
revelarse. El talento está sobre valorado en este mundo en que vivimos, está en
todas partes y no lo vemos porque no miramos bien, el talento es algo
extremadamente común, aunque tiene gradaciones, el talento es hasta vulgar, en
cualquier parte se le puede encontrar e incluso hay talentos desaprovechados,
vidas perdidas, acaso no escuchamos historias de esta clase por todas partes y
es simplemente porque renunciamos a los sueños y solo vemos los talentos
superlativos, pero hay otros más modestos que pueden ser educados y llegar a
crecer y un buen día descubrimos que somos capaces de cosas que no sabíamos que
podíamos hacer.
Porque el talento representa en
el mejor de los casos, únicamente
representa una base imprescindible sobre la cual trabajar, una aptitud para
hacer determinadas cosas, y detrás de cualquier artista hay más trabajo duro y
verdadero sacrificio que talento en sí. Horas de sueño entregadas al trabajo,
desvelos. Un pianista por ejemplo puede ser muy bueno, pero entrega muchas
horas de su vida al ensayo, así se logra la maestría y la flexibilidad de los
dedos para cuando dé un concierto tenga esa habilidad y ese virtuosismo que nos
deja con la boca abierta.
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