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lunes, 1 de abril de 2013

“La mirada ajena” 2da parte



Y resulta que las personas que nos rodean, en su deseo de que sentemos cabeza y abandonemos nuestros sueños que les parecen locos, tienen siempre respuestas como estas:


Si quieres ser músico -Nadie vive de la música
Si quieres escribir un libro- Está bien, lo escribes, pero sabes lo difícil que es publicar un libro, casi nadie lo consigue. ¿Por qué no intentas otra cosa?
Si quieres pintar -Deja la bobería y vete a la universidad a estudiar medicina que son los médicos los que tienen dinero y luego te compras todos los cuadros que quieras.
Si quieres bailar, es mucho peor, porque conservan la idea prejuiciosa de que todas las bailarinas son mujeres de reputación dudosa y los hombres, todos gays.
Y si quieres actuar te dicen que todo Hollywood está lleno de camareras hermosísimas que fueron a castings y no lograron nada.
Ante la mirada ajena, en cualquiera de estos casos sencillamente estás loco.
Bienaventurados sean los locos porque gracias a ellos tenemos cuadros, música y libros.
¡Bienaventurados sean los locos porque ellos son los verdaderos sabios entre toda la raza humana!
Y así, más o menos de esta manera, salvo algunas excepciones, los seres que nos rodean lejos de alentarnos a perseguir nuestros sueños, a indagar cuales son nuestros intereses, nos encaminan en dirección contraria y de mala gana abandonamos la búsqueda.
 Y lo peor es que lo hacen con la buena fe de que nos han hecho un bien, que nos han ayudado a sentar cabeza.
¿Y dónde queda entonces nuestra alma y sus más hermosos anhelos?
Sin nada con qué alimentar los sueños, el alma se nos queda sepultada tras muchas capas de infelicidad, y se agazapa dentro de nosotros. Y así, andamos de la mano de la monotonía, presos dentro de nuestros hábitos y hastíos, y por eso son tan frecuentes las depresiones y los suicidios en el mundo en qué vivimos, porque a medida que nos adentramos en lo material nos alejamos de lo espiritual.
¿No deberíamos en su momento no hacer caso?
Y desobedientes adentrarnos en nosotros mismos hasta llegar a la médula y descubrir temprano en la vida quiénes somos, para permitirnos crecer, para descubrir nuestra identidad.
Y esa identidad personal está compuesta ante todo por las cosas que nos gustan, por las cosas que soñamos hacer, nuestra manera de vestir, nuestras comidas favoritas, nuestros hábitos, los libros que nos gusta leer, la música que más nos gusta escuchar, todo eso forma parte indispensable de quiénes somos, no importa si estamos llenos de piercings y de tatuajes, o si somos tradicionales.
¿Y quién nos quita ese derecho?
El mundo que nos rodea y la mirada ajena. Si no estuviéramos demasiado condicionados como estamos por la moral, las buenas costumbres, las tradiciones y el qué dirán seguramente seríamos mejores personas o al menos personas más felices.

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