La cubanía es sencillamente la cualidad de ser cubano, pero es algo más
que un simple concepto, la cubanía es algo inmaterial e intangible, es una
impresión esquiva que no se deja atrapar fácilmente por las palabras, que no se
puede sintetizar ni resumir en una frase
o en un párrafo. Se pueden dedicar muchos pliegos de papel e incluso escribir
todo un libro acerca de lo que es la cubanía, y aún no estaría incluido en el,
todo lo que este concepto abarca, la esencia misma de todo lo que es cuba, y su
gente.
La cubanía es algo espiritual, es una
concepción subjetiva y condicionada al hecho de nacer en esta bella isla del
Caribe, con una cultura alegre de música y ron. Es crecer al ritmo del
danzón, la rumba, la salsa, el
guaguancó, la guaracha y el son. La
cubanía es amar esta isla inundada de sol, perfumada de salitre, de playas
interminables de finísima arena, rodeadas de mar azul. La cubanía es vivir en
esta isla coloreada de verde, de inmensos cañaverales mecidos por el viento, de
altivas palmas reales, de delicadas
mariposas blancas, de campos sembrados de tabaco y de montañas donde crece el
café.
La cubanía es todo lo crece en esta isla hermosa
con sus campos reverdecidos y plenos de sol, donde vuelan libres las cotorras,
los cateyes, los tocororos, las
cartacubas, los tomeguines. Y los coloridos zunzucitos de poco más de dos
pulgadas. Donde hay ranitas minúsculas hasta en las casas. Es la tierra donde
habita el manatí, el sijú platanero, el almiquí, el manjuarí, el majá de Santamaría,
el cocodrilo cubano y las jutías congas
y andaraces. Donde florece la delicada flor de la mariposa, que con su perfume
y la delicadeza de sus pétalos, nos recuerda una mariposa real, presta a
levantar el vuelo.
Cubanía es todo lo que emana de esta tierra
fértil donde todo florece, donde cualquier semilla caída en el suelo germina
incluso donde apenas no hay nada más que un
puñado de tierra, donde todo es bello y colorido, las aves, las plantas,
y hasta las caracolas de tierra: las hermosísimas polímitas que son endémicas
de cuba…
La cubanía es la campiña cubana con sus
bohíos rústicos, sus gallos que anuncian la salida del sol en las mañanas
soleadas olorosas a café. Es una hermosa herencia cultural, es orgullo, es
tradición. Es dulce de guayaba, es pan con timba, es guarapo, caña y ron, es el
puerco asado en púa, es congrí, es la yuca con mojo, tostones y pan con lechón.
Es una pelea de gallos, es un portal , es un sillón, son los niños que nacen
con música en las venas en esta tierra de la que escribiera en su bitácora el navegante Cristóbal Colón: “Esta es la
tierra más hermosa que ojos humanos hayan visto” .
La cubanía es punto guajiro, es música negra,
es timba, es salsa, es tumbao cubano, es un guateque campesino, es una
controversia, un pie forzado, un improvisador, es guitarra y tambor, machete y taburete,
es iglesia católica y canto de nación, es bohío de techo de palmas, es pueblo,
es ciudad, es tierra, palma y mar.
La cubanía es una condición que envuelve algo
espiritual, es algo que no se puede embotellar, que no se puede comprar ni
vender, pero es más vital que el aire, es la cualidad intrínseca de un pueblo
culto y dicharachero, alegre y guarachero,
que se ríe de sus propias desgracias, y se alegra con sus sencillas alegrías,
pleno de simpatía y calor humano donde
todo el mundo sabe quién es el vecino de al lado, que vive en las calles, que
baila bajo las mismas estrellas en las
noches cálidas de sus ciudades tan eclécticas como su misma gente.
Cuba es una tierra donde se entremezclan en
lo criollo muchas raíces culturales en un sorprendente sincretismo. Desde la
tumba francesa llegada a la isla desde Haití, el catolicismo importado por los
españoles en la época del descubrimiento y conquista de América, las religiones
traídas por los esclavos africanos, de las cuales las más extendidas son principalmente las religiones de los pueblo yorubas de
Nigeria con la regla de Ocha, o
santería y del Congo, con el palo, palo
Mayombe, y el ñáñiguismo, que ha
desembocado en las diferencias sociedades o plantes de abakúas. El espiritismo
importado de los estados unidos e incluso la francmasonería y muchos vestigios
de las variadas migraciones de chinos culíes que buscaban hacer fortuna en cuba
que remanecen en el barrio chino de la Habana, donde se edita incluso un
periódico en lengua china, y se mantienen vivas las antiguas tradiciones con
las celebración del nuevo año lunar con espectáculos de la danza del dragón y
artes marciales chinas. Y las huellas de la
presencia de colonos franco haitianos expulsados de Santo Domingo por la
rebelión de sus antiguos esclavos, que prosperaron en los antiguos cafetales e
ingenios e Santiago de Cuba en el oriente de la isla. Y en todas estas crónicas
del tiempo y la memoria hay espacio
incluso para el amor, en la historia del cafetal Angerona, que prosperó gracias
a la unión de un alemán y una negra haitiana. También es curioso ver alzarse en
la isla de Turiguanó, actual provincia de Ciego de Ávila un pueblito típico
holandés, tan ajeno a la arquitectura cubana.
Y todas estas raíces que coexisten y se
funden en el inmenso crisol de la cultura cubana, dando lugar a una inigualable
mezcla de culturas las cuales cohabitan pacíficamente mezcladas unas como
otras, dando lugar a un cubano que cree en todas las cosas a la vez, sin
perjuicio de unas u otras, que a la misma vez, cree en Dios y en el diablo y
mezcla creencias católicas y las doctrinas espíritas de Allan Kardec con
los cultos africanos, de manera que se
consulta con una espiritista que le manda a hacer obras de santería, donde los
santos son indistintamente la caridad del cobre y Oshún, Obatalá y las Mercedes,
la virgen de Regla y Yemayá, Eleggúa y el niño Jesús de Atocha, San Lázaro y
Babalú Ayé, que peregrina al rincón y al cobre para adorar a deidades africanas
que a la misma vez participan de lo católico, de una manera sencilla y
complicada a la vez, que para entender hay que ser cubano. Porque el cubano es
el resultado de una mezcla indecible de espíritus y pueblos diversos, de
maneras diferentes de ver la vida, pero que habitan naturalmente el mismo
espacio-tiempo, de la misma manera que coexisten los corales y la flora marina
con los restos de barcos hundidos, que terminan finalmente fundiéndose como un
mismo ser en el fondo silente del mar.
Cuba es una mujer dormida, mecida por las
olas del mar, que no es blanca, ni negra, sino criolla, mestiza y mulata, como
Cecilia Valdés, es la llave del golfo, como figura en el escudo nacional, es un
verde caimán y como dijera el poeta Nicolás Guillén, nuestro poeta
nacional, en su verso, estremecido y
pleno de amor a su patria : “la tierra donde nací, la tierra donde he crecido,
parece un caimán dormido, de san Antonio a Maisí. “
Cuba ha sido cantada, amada, homenajeada, en
incontables ocasiones y se le han dedicado muchas poesías. Como dijera el grupo
mocedades en una hermosa canción: Cuba es la otra España, la que huele a caña,
tabaco y brea, eres la perezosa, la de piel dorada, la marinera...
Cuba es una larga historia de luchas por la
libertad y la soberanía, tachonada de momentos tristes como la historia de los
indios nativos taínos y siboneyes que comían tierra para morir porque no
soportaban vivir sin libertad, del indio Hatuey que fue quemado en la hoguera
como hereje, pues no quiso ir al cielo porque allá estaban los sacerdotes
españoles que lo quemaron vivo en un acto de extrema crueldad, tristes como los
lamentos de los negros cautivos de África, arrebatados por la fuerza,
encadenados y traídos a Cuba para trabajar en los ingenios como esclavos en tan
inhumanas condiciones que morían por cientos de miles en los barcos negreros,
momentos amargos como la reconcentración de Valeriano Weyler, donde murieron
cientos de miles de cubanos, que mucho después sus tácticas fueron
perfeccionadas por los nazis en sus campos de concentración en los momentos más
oscuros de la historia del mundo.
Historias del tiempo del coloniaje, de
batallas navales, de barcos cargados de oro hundidos en la bahía de la Habana,
de ciudades saqueadas por piratas y
corsarios como Jacques de Sores.
Pero también actos de heroísmo sin par como
el de Pepe Antonio que defendió Guanabacoa, los mambises que regaron con sangre
la tierra de su patria amada. Como los jóvenes revolucionarios del movimiento
26 de julio que murieron porque en su patria hubiera justicia y libertad.
La Cuba que conocemos hoy, es un libro de historia
joven cuyas páginas están llenas de muchas historias hermosas de valor y
heroísmo, de mucha sangre derramada en combate,
por muchos cubanos, herederos de los temerarios mambises, de la estirpe
de los Maceo, de aquellos guerreros sublimes y bravíos que casi desnudos y descalzos, arremetían con
un machete en la mano, contra ejércitos mejor nutridos y organizados, de
hombres tan dignos como Maceo y Martí. Cuba es el lugar amado de los mártires
de la patria, que murieron con su nombre en los labios. Cuba es la patria de
grandes hombres, como Félix Valera, el que no enseñó a pensar, de José María
Heredia, de tantos patriotas que no cabrían en una lista.
Cuba es una jícara llena de ron. Cuba es humo
de tabaco y café. Cuba es la tierra hermosa a la que todos quieren volver. Cuba
es la isla que vive en la memoria de todos aquellos que han tenido el
privilegio de nacer en su seno, de todos los que han tenido la dicha de pisar
su suelo, conocer su gente, bailar al ritmo de su música, de vivir y amar bajo
su ardiente sol.
Cuba es como un virus dichoso que se te mete
por los poros y cuando te has dado cuenta ya te has “aplatanao” y cuando esa
sutil enfermedad ha reptado por tu cuerpo, adueñándose de tu corazón ya enfermaste de nostalgia, no importa el
lugar donde vivas, no importa si eres o no Cubano, porque igual te has
enamorado de ella, porque Cuba de muchas maneras es muy especial, es la tierra
que no se puede olvidar, Cuba es un lugar para amar.
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