Y lo peor es que generalmente
la gente no sabe quién es. Anda sonámbulo por la vida sin descubrirse, como un
cántaro que se cree hueco porque no sabe que está lleno. Y es entonces que
debemos retornar a la fuente, y mirar el agua en nuestro interior, viajar hacia
dentro y buscamos otra vez la mirada aprobatoria para lanzarnos a perseguir los
sueños perdidos de juventud. Pero si de una vez y por todas tenemos fe en
nosotros mismos y nos libramos del influjo de la mirada ajena y sin prejuicios
de ninguna clase miramos dentro nuestro, nos asombraríamos de descubrir que
somos capaces de cosas que no sospechamos y de cuanto podríamos crecer si damos
los pasos correctos en la dirección adecuada y hacemos caso omiso de la mirada
ajena, no importa que nos tilden de locos. Tal vez seremos locos, pero locos
genuinamente hermosos y felices. Siempre intuimos quiénes somos pero
necesitamos confirmación, porque solemos abandonar la lucha, sino tenemos al
lado, personas que nos alienten y nos apoyen, siempre andamos confusos no
sabemos quiénes somos.
En todo ser humano reside
alguna suerte de poesía, alguna clase de belleza, todo ser humano ha sido
dotado de algún talento o habilidad especial que le es innata, la clave está en
ser capaz de descubrirse un mismo y para eso hay que liberarse definitivamente
de la mirada ajena para que podamos encontrar a cabalidad el lugar del mundo
que nos pertenece. A veces sabemos quiénes somos, pero escuchamos a los otros y
renunciamos a nuestros sueños en aras de la normalidad.
¿Y yo me pregunto qué interés
tiene la gente de ser normal, si la normalidad es algo gris e insulso, si sobresalir es tener ambiciones, identidad,
opinión propia, valor, ego?
Todos, absolutamente todos los
seres que pueblan nuestro universo tienen algo que los hace feliz,
indistintamente, pero como no sabemos quiénes somos no tenemos la fuerza de
perseverar. Y entonces nos menospreciamos, somos crueles con nosotros mismos,
no tenemos la medida de nuestro talento ni de nuestra capacidad. Somos
estrellas que nos negamos a brillar, que necesitamos de los otros para aprender
a brillar. Incluso descubrimos quienes somos por puro mimetismo, porque no
sabemos mirarnos a nosotros mismos y dependemos ciegamente de las opiniones de
los demás, solo sabemos vernos a través de los ojos de los otros, dependemos
ineluctablemente de la mirada ajena.
Y yo os digo que el mundo está
hecho para los atrevidos, solo los que se atreven, los que arriesgan, los que
conquistan tienen el derecho de triunfar.
Y solo hay una respuesta para todas
esas preguntas y la encontramos a través de la introspección, antes de mirar al
horizonte hay que mirar a nuestro interior y descubrir quiénes somos, y luego
que nos establezcamos en nuestra identidad, entonces podremos decidir, brillar
y triunfar.
Y es un proceso complejo,
porque la identidad personal está compuesta de pequeños retazos de ego, sueños
y anhelos, pasión y entrega, y dosis más o menos elevadas de fantasía e
imaginación. Radica principalmente en las cosas que nos hacen felices y más
profundamente aún en aquellas cosas que nos gustaban cuando éramos niños, pero
estamos tan apurados por crecer y tan prestos a olvidar la infancia que pasamos
por alto muchas cosas de ese tiempo mágico en que creíamos en los cuentos de
hadas y teníamos el potencial necesario para soñar impunemente, cuando éramos
seres intuitivos, poco civilizados, menos educados, y menos corteses, pero
menos hipócritas, cuando éramos capaces de decir siempre la verdad, facultad
que vamos perdiendo con el pasar de los años.
Ese momento de nuestras vidas,
cuando vivimos con toda fuerza nuestro yo interno, que es el único yo. Y aún no
hemos aprendido a inventar máscaras para ocultar que lo somos y aparentar lo que
no somos. Y luego, a lo largo de la vida nos sepultamos paulatinamente bajo
tantas máscaras que terminamos olvidamos quienes somos. Y la capa espesa
construida alrededor de nuestra alma, se vuelve una maraña de mentiras
construidas poco a poco alrededor de nosotros mismos, en torno de ese yo
esencial, y perdemos todo contacto espiritual con nuestra alma. Y no es hasta
que nos acomodamos un poco en la vida, cuando empezamos a tener más tiempo que
nos asaltan las dudas existenciales, porque no comprendemos que es en esa parte
vital que hemos olvidado como alcanzar donde reside la luz, que nos hubiera
permitido brillar, incluso para muchos de nosotros, intensamente.
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