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lunes, 1 de abril de 2013

“La mirada ajena”



A veces no entiendo por qué los seres humanos siendo tan maravillosos y especiales, tenemos la tendencia a menospreciarnos de una manera tan atroz.
Y me pregunto: ¿Por qué con tanta frecuencia renunciamos a nuestros sueños y no dejamos aplastar por la vida?
¿Por qué tendemos a ser tan marcadamente auto destructivos?
¿Por qué no tenemos fe en nosotros mismos cuando todos, absolutamente todos tenemos el potencial necesario para lograr cualquier cosa razonable que nos propongamos con la única condición de que no nos rindamos?


¿Por qué permitimos que las personas alrededor nuestro nos censuren y nos arrebaten nuestras ambiciones, destrozándonos la vida?
¿Por qué siendo dueños absolutos de nuestro destino le concedemos tanto poder a los otros, a esas personas que no están de acuerdo con nuestros puntos de vista, que nos dicen que no somos capaces de hacer las cosas que queremos?
¿Por qué permitimos que nos hagan creer que no somos capaces de perseguir nuestros sueños?
¿Por qué les concedemos semejante poder mientras nos instalamos cómodamente en una actitud derrotista?
¿Por qué sucumbimos a la madurez como si fuera una enfermedad letal?
¿Por qué permitimos que nos coloquen las etiquetas grises de la normalidad, con la misma obediencia de un perro al que se le pone un collar?
¿Por qué renegamos de nuestra condición de estrellas y renunciamos a brillar?
¿Por qué perdemos nuestra individualidad, nuestra esencia más pura, y nos sumamos al río deslucido de humanidad circundante, compuesto de seres gregarios, dependientes  y monótonos que discurren como autómatas a nuestro alrededor?
¿No debería contarse entre los derechos intrínsecos de la humanidad, el derecho inalienable a perseguir nuestros sueños?
¿No deberíamos tener el poder omnipotente de elegirnos a nosotros mismos y no a la persona que los otros quieren que seamos?
¿Por qué aceptamos tan obedientemente lo que los otros nos imponen a través de charlas interminables acerca de lo que sería conveniente para nosotros?
La respuesta a todas esas preguntas que nunca nos hacemos es esta:
Por la mirada ajena, primeramente la mirada reprobatoria de nuestros padres ante nuestros desvaríos de juventud, que no se deben entender sino como una búsqueda personal de identidad, como el principio de un viaje que conduce hacia nosotros mismos
Porque  somos seres sociales, y por tanto susceptibles a la influencia de los otros, nuestros apetitos más voraces son de reconocimiento y de afecto.
Y como nos sentimos confundidos respecto a nosotros mismos, tomamos caminos ajenos a nuestros deseos, sin siquiera saber por qué, y frustrados no nos damos cuenta de que somos la proyección pálida de los anhelos y los sueños no cumplidos de otros, los deseos secretos de otros, que viven muchas veces a través de nosotros, y no conseguimos nada, solo la infelicidad. Perseguimos cosas materiales, estatus, dinero, comodidad y terminados girando en una noria sin razón de ser.

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