Mucha gente en Cuba, dice que las guaguas son como las
películas del Sábado, que contienen sexo, violencia y lenguaje de adultos. Supongo
que esto no es más que un ejemplo de lo acertado de aquello que todos damos en
llamar sabiduría popular, algo vivo que se transmite de boca en boca, y forma parte de nuestros dicharachos, frases ingeniosas, y salidas
de humor propias de nuestra idiosincrasia jaranera, que poseemos para burlarnos
de todo y de nosotros mismos. Y por aquello de “jodidos pero contentos”, nos
ayuda a paliar todas las dificultades por las que hace tantísimo tiempo
atravesamos todos los que vivimos aquí, en esta isla tan nuestra y hermosa,
llena más de calor humano que climatológico.
Supongo que también se podría aplicar este razonamiento a
las colas, que son mucho más interesantes que las guaguas. La cola en Cuba se
ha convertido en una entidad fundamental para la vida, cuyos valores se
ignoran.
Una cola es profunda y rotundamente filosófica, es un sondeo
de opinión, una institución con un gran
impacto social, un ente con vida propia y todo esto lo descubrimos si
reflexionamos concienzudamente acerca de ellas.
Sí, querido lector, no se me asombre, no quiero ver en su
rostro una mueca de escepticismo, o de pura incredulidad, no, no me burlo. Solo
pretendo darle a las colas su justo valor. Y me erijo en defensa de las colas
que tan injustamente han sido tratadas por todos nosotros, calificadas de
infernales, de engendro diabólico, de mecanismo maquiavélico, de invento subdesarrollado
y tercermundista, a las que todos dedicamos las palabras más “cariñosas” de
nuestro repertorio grosero de habaneros mal hablaos.
Y ahí ellas permanecen, cotidianas y humildes, en todas
partes, en la bodega, la carnicería, en el estanquillo para comprar el
periódico, en el banco, el Ten cent de Monte o el de Obispo, o incluso en las
tiendas en divisas, cuando se pierden cosas de primera necesidad, y al final
nadie que viva en Cuba se libra de ellas .
Nada en este mundo es tan hermoso, didáctico y entretenido
que una cola cubana, por más que nos quejemos, hay quienes incluso hemos desarrollado
un amor desmesurado por las ellas, similar al síndrome de Munchansen o de
Estocolmo, donde no faltan ciertas dosis de locura, algunos elementos
sadomasoquistas, necesidad de realizar trámites, recargar los celulares, pagar
la factura telefónica, sacar los mandados antes de que se venzan o coger el
pollo por pescado.
Sino que les pregunten a los jubilados, que han convertido
las colas en el deporte nacional de la tercera edad, más allá de la pelota.
La cola cubana, señores tiene ritmo y sabrosura porque el
cubano es un ser especial, una cola tiene sabor local, contiene lenguaje
coloquial, vulgar y soez. Y dependiendo de las condiciones atmosféricas, y lo
caldeado del ambiente circundante, incluso francamente grosero. Pero incluso esto tiene sus beneficios, la
cola libera tensiones, sí, nosotros los cubanos, no tenemos como los japoneses
lugares donde ir a romper vidrios, pero nada desestresa más al cubano normal
que echar una buena cojonera en una cola.
La cola tiene un valor social, una cola es imprescindible
para socializar, las personas interactúan, se solidarizan, se hacen amistades nuevas
y se reencuentran viejas.
Nada une más a las personas que la experiencia irrepetible
de pasar cuatro horas juntas en una cola.
Oye, yo creo que te conozco. Si, hace rato que te estaba
mirando, y tu cara también me es familiar. ¿Tú no vives en la Habana Vieja?
Y así te encuentras con la amiga de la secundaria que hacía más
de diez años que no veías, sin necesidad de tecnología, ni gasto monetario de
alguna clase, mejor que las redes sociales y el Facebook. ¿Verdad?
Una cola es informativa, es el boletín de noticias más
reciente de radiobemba nacional, se cuentan todo tipo de cosas, desde hechos de
sangre, crímenes pasionales, y chismes de vecindad (no importa si los de la
cola no conocen a los vecinos aludidos). La cola es informativa, más que la
mesa redonda, se habla acerca de trámites, de la embajada española, de los
pasaportes, de la visa por cinco años que está otorgando la oficina de
intereses de los estados unidos, de la distribución de productos alimenticios
por la libreta. del surtido de las tiendas en divisas, de la segunda vuelta de
las íntimas, de lo que sacaron en la cuevita.
Una cola es chistosa, variada y polifacética, la cola es tremendamente
instructiva, la cola imparte sabiduría, en ella se comparten remedios de
medicina popular, recetas de cocina, (yo aprendí hoy como hacer torrejas, como
envolver tamales, algunos trucos para cocinar el arroz vietnamita y múltiples
recetas dignas de figurar en el libro El folclor médico de Cuba de Seoane, desde
la hoja de tuna para los espolones, el agua de berenjena para bajar de peso, el
remedio del almácigo para los bebés que lloran mucho y se les botan los
ombligos para afuera. Puede convertirse incluso una guía para la automedicación
para los atrevidos que gusten de ella.
Una cola es una tertulia en la que se debaten todo tipos de
temáticas de actualidad, se comparten opiniones, se discute acerca de asuntos
que están afectando a la sociedad actual, temas de gran profundidad como el
racismo, la homofobia y la metro sexualidad. Es mucho más efectiva que
cualquier asamblea de rendición de cuentas y mucho más dinámica.
Es el único lugar donde convergen personas de todas las
edades cuya reunión sería imposible en otras circunstancias.
También la cola contiene elementos religiosos, se debate
acerca de todas las creencias arraigadas en la cubanía, desde los cristianos,
los testigos de jehová, los católicos y la más generalizada de los yorubas y espiritistas.
Incluso, con buena suerte, dependiendo del largo de la cola, se dan consejos
especializados, acerca de cómo lograr buena fortuna, sosegar a los eggun
familiares y abrirse los caminos, y lo mejor es que es completamente gratis.
La cola trasmite valores éticos y morales, en ella se solidariza,
se realizan actos de caballerosidad, se deja pasar a la embarazada, (en eso la
cola le ganó a las guaguas) a la mujer que lleva un niño de brazos, a la que
parece tener problemas mentales, te regalan una jaba si te rompe la tuya y se te
está botando el arroz.
Incluso puede tener valor económico, pues hay a quien se le
paga para que haga la cola y quien se aprovecha de la cola para obtener beneficios
por tanto es hasta rentable, se vende maní, pastelitos de guayaba, caramelos,
agua, ect.
Una cola bajo el sol, la lluvia, en el calor de Agosto une
al pueblo de una manera que nadie es capaz de imaginar, desarrolla sentido de
la justicia, cuando todos se unen en contra del custodio del Sepsa que deja
pasar a sus amistades, se hacen denuncias, en aras del bien común.
Mira a ver
que esa se coló, si no sale la cojo por los pelos, y la arrastro por todo Águila
como una colcha de trapear.
Una cola es emotiva, vibrante,
emocional, una cola es algo vivo y racional, una expresión inequívoca del
folclor cubano, es un sitio de convergencia, de afluencia de público, una cola
es cubanía.
Una cola es poesía popular, urbana, pone de manifiesto
nuestra educación, nuestros valores, nuestra idiosincrasia, es justicia, cultura,
cortesía, humor cubano, nuestra esencia más intrínseca.
Y yo que tengo alma de poeta y que creo que hay poesía en las cosas comunes, y no hay que ser un genio para verla, creo que la colas tienen la fascinación mágica de cuando se reunían
nuestros ancestros a contar historias alrededor del fuego, la cola es esa antigua
magia extrapolada a nuestra realidad ordinaria y moderna.
La cola es patrimonio inmaterial de Cuba, oralidad, madre
nutricia que nos acoge en su seno, poesía efímera y verdadera.
#RossanaOlivaReinés
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