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viernes, 13 de junio de 2014

Serie "La Habana Oculta" de Daína Chaviano

Impresiones de una cubana de la isla sobre tres novelas de la serie "La Habana oculta" de Daína Chaviano. 


La Habana oculta, Daína Chaviano



Hace tres días un amigo que vino de España, me consiguió en formato digital, tres libros de la serie "La Habana oculta" de Daína Chaviano: "Casa de juegos", "El hombre, la hembra y el hambre", y "La isla de los amores infinitos", debido a la vehemencia con que le hablé de su autora, la inolvidable Daína Chaviano, que  él no conocía, (Ahora solo me falta Gata encerrada para completar la serie).

Desde que los tuve en mis manos, no pude evitar ponerme a leer, dos noches después había terminado.  Estas historias me atraparon desde el primer párrafo y no pude desprender los ojos de esos libros, hasta que no terminé el último. Nada podía prepararme contra lo que encontré en ellos, cuyas breves sinopsis había leído ya en el blog de su autora. (Oficial Website de Daína Chaviano)

Quizás me enfrenté a ellos, condicionada por los pocos libros de Daína que pude leer hace muchos años, que eran historias de ficción y fantasía de lectura grata, que se leen con ánimo lúdico y desenfadado. Ahora, encontré en la escritura de Daína, la madurez de un escritor que ha crecido hasta rebasar los límites del virtuosismo y la genialidad, el erotismo propio de los cubanos, la profundidad abrumadora que te perfora el pecho como la lanza en el costado de Cristo. 
El efecto sobre mi sensibilidad fue devastador, un día después, aún tengo el alma temblorosa, los ojos húmedos y unas ganas insoportables de echarme a llorar, una poesía vibrándome por dentro, con tanta fuerza que hace daño, porque leer a Daína me ha dejado convertida en un manojo de emociones difíciles de manejar.
  
La narrativa de Daína, es única e inclasificable, creo que decir que es simple narrativa erótica es algo injusto porque esa palabra no es suficiente para clasificar estos libros. Lo único que podría decir de ellos, es que son como la gente de cuba, eróticos, sensuales, poéticos, chispeantes, dicharacheros, plenos de fantasía y  del más barroco eclecticismo que uno podría imaginar. 

Lo que más me sorprendió fue que independientemente de los diálogos de los personajes y la voz del narrador, hubo fragmentos de la lectura, donde el ritmo de la narración se altera, y sobreviene una ola de pasión indescriptible, aflora un trozo de alma, rota, dolorosa y oscura, como si la voz literal de Daína se alzara de sus libros, tomara cuerpo y me hablara, me tocara el alma de manera literal y fuera capaz de una sutil y hermosa ternura.. 

Casa de juegos, Daína Chaviano, La habana oculta. Los leí por orden, el primero fue "Casa de juegos"  una deliciosa aventura onírica, surrealista y mágica que me encantó. Hay tanta belleza en la manera en que Daína aborda el tema del erotismo, con la delicadeza de quien borda una filigrana con hilos de oro, con un refinamiento y elegancia únicos. Tanta magia en la manera en que ha recreado los orishas del panteón yoruba, e incluso los güijes, esos duendes traviesos de la mitología cubana, cuyas maldades encauza en un comportamiento lujurioso. 

Me ha cautivado su lenguaje pletórico de poesía y la magia que se palpa en la atmósfera de confusión que vive la protagonista dentro de esa casa. Y los Orishas, esos dioses tan nuestros, tan insertados en las raíces mismas de la cubanía, tan diferentes a todos los demás dioses hieráticos que pretender reprimir a los seres humanos a través de dogmas que no podemos cuestionar. Los orishas yorubas participan de la naturaleza primitiva de los dioses antiguos, ya que no nos hacen renunciar a nuestra condición humana ni nos imponen tabúes, sino que ellos son los que participan de nuestra naturaleza y defectos. La imagen de esos orishas lujuriosos, con desmesurados apetitos sexuales, pero que no pierden un ápice de sacralidad es una prueba de la genialidad de su autora, que parece ser capaz de hilar sus historias usando la materia sutil de que están hechos los sueños. 

El hombre, la hembra y el hambre. Daína Chaviano. "El hombre, la hembra y el hambre" es un pedazo crudo de realidad, donde late la poesía en su sentido más puro, cuya función ya no es la de sublimar y embellecer la realidad que narra, sino, quizás hacerla más doliente aún, porque la hace llegar más hondo. 

Siento esta novela como una catarsis profunda del sufrimiento de todo un pueblo, que lo único que ha hecho es echar pa´alante y tratar de olvidar. Pero esos años duros del período especial es algo que nunca olvidaremos porque nos marcaron para siempre, se nos quedaron atravesados en la garganta, dejándonos un sabor amargo,  como un buche que por la fuerza, tuvimos que tragar.

Este libro sacó a flote en mi alma, heridas profundas que he intentado olvidar: los apagones, el pan con bistec de colcha de trapear, el picadillo de cáscara de plátano, el bistec de cascos de toronja, que contrariamente a lo que cualquiera podría creer, no son leyendas urbanas, ni exageraciones de nadie. Hay momentos de la historia donde la realidad puede ser más extraña que la ficción. E incluso esa realidad va mucho más allá de las cosas que Daína nos cuenta en su libro.

La historia de Claudia bien pudo ser la mía, o la cualquier otra mujer cubana, flores de la noche con almas de poetas, obligadas a renunciar a sus sueños y a deshacer malecones por amor de madre. Lo entiendo como cualquier cubano podría entenderlo, me duele porque he conocido muchas Claudia, e incluso hubiera podido serlo. Quizás un día yo también escriba una historia parecida a esta, con todas las cosas que tengo flotando a media agua en mi alma, porque es la única manera de exorcizar los fantasmas del dolor. 

Y tú, Daína que tanto amas los gatos hubieras llorado a lágrima viva, de saber que en esos años tristes, casi se extinguen, casi todos desaparecieron de la Habana y dejaron de llenar las noches con sus maullidos y sus aquelarres de amor por las azoteas, como decía Gabriel García Márquez, 

Yo he sufrido en mi carne el dolor de mi pueblo y cada día admiro más a ese cubano de a pie, que no pierde  el sentido del humor ni la alegría de vivir, por más difícil que sea la vida y se defiende como gato bocarriba y aún es capaz de amar, de luchar y alcanzar el éxito en  las condiciones más adversas que uno pueda imaginar. 

La isla de los amores infinitos Daína Chaviano, Rossana Oliva Reinés
La isla de los amores infinitos es la historia de todos los cubanos, una historia desgarradora y doliente que tocó las fibras más sensibles de mi corazón, fue como si Daína me hubiera servido en una copa mágica, un cóctel de fantasía, pleno del  dolor de un pueblo que sufre, historia, y esencia de cubanía. Es la más mágica de todas las historias, la más hermosa. Esa casa fantasma que aparece en Miami, es un símbolo para mí, es la nostalgia de todos los cubanos del exilio que dejaron una parte de su alma varada en la Habana. 

En la Isla de los amores infinitos, Daína simbólicamente representa el cubano en las tres grandes vertientes de la cultura cubana, los negros esclavos traídos desde África, los españoles que inmigraron a Cuba a buscar fortuna y los chinos, cuya cultura se diluyó en parte, pues los chinos inmigrantes casi todos fueron culíes que vinieron a Cuba engañados y dejaron a sus familias en China, pero que en su mayoría se casaron o juntaron con negras libertas, únicas mujeres disponibles para ellos, por ser ambas razas, la china y la negra, clases marginadas y de bajo extracto social. Y como es cierto que la cultura se trasmite por la madre, de la cultura china quedaron en cuba escasas trazas. Daína hace justicia a esa cultura china, tercera raíz que se diluyó en el inmenso crisol que es Cuba. Pero para el que sabe mirar, aunque ya no existan ni los famosos trenes de lavado de los chinos, ni las ventas ambulantes de bollitos de carita, ni otras delicatesen,  aun puede encontrar trazas de la inmigración china, no solo en el pequeñísimo barrio chino de la Habana, ni en la Danza del Dragón que todavía se puede ver en las calles del barrio chino en la celebración del año nuevo lunar, ni en el periódico que aún se edita en chino para los descendientes de esos inmigrantes, ni el Dojo de la calle Manrique, o en las diferentes sociedades de que proliferan en la cercanía de la calle Zanja, donde ya desapareció el teatro chino, y la farmacia de productos tradicionales. Las sociedades que aún enseñan artes marciales o en el boulevard repleto de restaurantes en el cuchillo de Zanja, sino en las expresiones populares del habla, “lo engañaron como un chino”  o en los hermosos ojos rasgados que aún exhiben mulatos y  mulatas que caminan por la Habana.   

Me ha encantado el duende, el Martinico, la personificación del Dios Pan en el valle de Viñales, los personajes de Rita Montaner, Benny Moré, José Martí y demás. Los boleros que dan título a los capítulos porque la música es parte indispensable de la cubanía. Las experiencias del más allá, que los cubanos aceptan con toda normalidad, porque están insertadas en la vida cotidiana. Pero sobre todo me han encantado las historias de amor, porque creo que el pueblo de Cuba tiene que aferrarse al amor y a la poesía porque son las únicas cosas que nos pueden salvar de  la deshumanización, la pérdida de ética y de valores, el materialismo hacia el que está fluyendo el cubano de hoy, para no perder su virtud ni su espiritualidad. 
   
Creo que ya sé por qué siempre he sentido la escritura de Daína tan cercana a mi corazón y es porque es alguien que ama a la Habana con la misma vehemencia que yo lo hago, alguien que tiene una vena de luz plena de esencia poética que vibra en cada palabra que escribe, pero sobre todo alguien que tiene mucho en común conmigo por cuestiones generacionales, de idiosincrasia porque hemos vivido las mismas realidades, comprendemos una verdad que hay que ser cubano para entenderla porque no tiene precedentes en la historia de la humanidad. 

Y creo que corresponde a los intelectuales y escritores, a los que tienen la habilidad de hacerlo, narrar las historias que los demás no pueden o no saben contar, al menos no de la manera magistral con que lo hace Daína. Corresponde a ellos alzar la voz en defensa de su verdad, por dolorosa que sea, es una responsabilidad con su realidad, una deuda con el pueblo de Cuba, con su raíz y su origen, con sus lectores y con la historia.  

Gracias Daína por escribir estos libros, desde cuyas páginas vibra la más viva esencia de cubanía, desde cuya escritura has desatado la más hermosa nostalgia y el lamento doloroso de tu alma dolida, porque Daína, tú llevas la Habana oculta, en el corazón.  
Nota: 
Espero que Daína sepa perdonarme si comparto sus libros con mis amigos, porque es la única manera en que los van a leer, pero para hacer justicia con ella, le prometo que los compraré todos y cada uno de ellos, en papel, el día en que tenga esa posibilidad. 





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