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miércoles, 3 de abril de 2013

“La mirada ajena” 4ta parte




Y lo peor es que generalmente la gente no sabe quién es. Anda sonámbulo por la vida sin descubrirse, como un cántaro que se cree hueco porque no sabe que está lleno. Y es entonces que debemos retornar a la fuente, y mirar el agua en nuestro interior, viajar hacia dentro y buscamos otra vez la mirada aprobatoria para lanzarnos a perseguir los sueños perdidos de juventud. Pero si de una vez y por todas tenemos fe en nosotros mismos y nos libramos del influjo de la mirada ajena y sin prejuicios de ninguna clase miramos dentro nuestro, nos asombraríamos de descubrir que somos capaces de cosas que no sospechamos y de cuanto podríamos crecer si damos los pasos correctos en la dirección adecuada y hacemos caso omiso de la mirada ajena, no importa que nos tilden de locos. Tal vez seremos locos, pero locos genuinamente hermosos y felices. Siempre intuimos quiénes somos pero necesitamos confirmación, porque solemos abandonar la lucha, sino tenemos al lado, personas que nos alienten y nos apoyen, siempre andamos confusos no sabemos quiénes somos.


En todo ser humano reside alguna suerte de poesía, alguna clase de belleza, todo ser humano ha sido dotado de algún talento o habilidad especial que le es innata, la clave está en ser capaz de descubrirse un mismo y para eso hay que liberarse definitivamente de la mirada ajena para que podamos encontrar a cabalidad el lugar del mundo que nos pertenece. A veces sabemos quiénes somos, pero escuchamos a los otros y renunciamos a nuestros sueños en aras de la normalidad.
¿Y yo me pregunto qué interés tiene la gente de ser normal, si la normalidad es algo gris e insulso, si  sobresalir es tener ambiciones, identidad, opinión propia, valor, ego?
Todos, absolutamente todos los seres que pueblan nuestro universo tienen algo que los hace feliz, indistintamente, pero como no sabemos quiénes somos no tenemos la fuerza de perseverar. Y entonces nos menospreciamos, somos crueles con nosotros mismos, no tenemos la medida de nuestro talento ni de nuestra capacidad. Somos estrellas que nos negamos a brillar, que necesitamos de los otros para aprender a brillar. Incluso descubrimos quienes somos por puro mimetismo, porque no sabemos mirarnos a nosotros mismos y dependemos ciegamente de las opiniones de los demás, solo sabemos vernos a través de los ojos de los otros, dependemos ineluctablemente de la mirada ajena.
Y yo os digo que el mundo está hecho para los atrevidos, solo los que se atreven, los que arriesgan, los que conquistan tienen el derecho de triunfar.
Y solo hay una respuesta para todas esas preguntas y la encontramos a través de la introspección, antes de mirar al horizonte hay que mirar a nuestro interior y descubrir quiénes somos, y luego que nos establezcamos en nuestra identidad, entonces podremos decidir, brillar y triunfar.
Y es un proceso complejo, porque la identidad personal está compuesta de pequeños retazos de ego, sueños y anhelos, pasión y entrega, y dosis más o menos elevadas de fantasía e imaginación. Radica principalmente en las cosas que nos hacen felices y más profundamente aún en aquellas cosas que nos gustaban cuando éramos niños, pero estamos tan apurados por crecer y tan prestos a olvidar la infancia que pasamos por alto muchas cosas de ese tiempo mágico en que creíamos en los cuentos de hadas y teníamos el potencial necesario para soñar impunemente, cuando éramos seres intuitivos, poco civilizados, menos educados, y menos corteses, pero menos hipócritas, cuando éramos capaces de decir siempre la verdad, facultad que vamos perdiendo con el pasar de los años.
Ese momento de nuestras vidas, cuando vivimos con toda fuerza nuestro yo interno, que es el único yo. Y aún no hemos aprendido a inventar máscaras para ocultar que lo somos y aparentar lo que no somos. Y luego, a lo largo de la vida nos sepultamos paulatinamente bajo tantas máscaras que terminamos olvidamos quienes somos. Y la capa espesa construida alrededor de nuestra alma, se vuelve una maraña de mentiras construidas poco a poco alrededor de nosotros mismos, en torno de ese yo esencial, y perdemos todo contacto espiritual con nuestra alma. Y no es hasta que nos acomodamos un poco en la vida, cuando empezamos a tener más tiempo que nos asaltan las dudas existenciales, porque no comprendemos que es en esa parte vital que hemos olvidado como alcanzar donde reside la luz, que nos hubiera permitido brillar, incluso para muchos de nosotros, intensamente.


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