Los objetos comunes están por todas partes, poblando nuestras casas de pequeñas presencias materiales que componen nuestra realidad. Convierten una casa en un hogar, y su desorden aparente no son más que signos de vida. Un manojo de llaves sobre la mesa, un reloj que canta las horas, un bolígrafo, un vaso usado, un libro abierto son testigos mudos de la vida que puebla los espacios habitacionales.
Poetisa soy, oscura e inédita. Me develo ante ustedes, desnuda de alma. Abro de par en par mi corazón, revelándome de una vez y por todas, tal cual soy, con angustia ciega, con ansia eterna de compasión…
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martes, 8 de octubre de 2013
La poesía de las cosas comunes
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